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Que desaparezca la escuela.

Antes los docentes se quejaban de estudiantes poco disciplinados (confundiendo disciplina con obediencia), amargamente exclamaban a los cuatro vientos el dolor de tener alumnos poco motivados y no encontraban el tiempo para cubrir planes y programas preestablecidos.

Entre las diez mil tareas que debían cumplir en la escuela, tenían que enseñar el currículo de un año en secciones de 45 minutos. Si un estudiante distraía al grupo, la torre de cartas se derrumbaba porque se perdía el escaso y valioso tiempo de clase, impidiendo cubrir todo el tema y dejando vacíos de contenido porque “tenemos un programa que cubrir”.

Hoy, cuando un estudiante se desentiende, simplemente abre otra ventana. No necesita distraer al grupo, sus amigas no están ahí para platicar en voz alta pero es muy fácil abrir otra pantalla, sacar un celular o símplemente apagar la cámara e irse. El docente ahora tiene la via libre para cumplir con su instrucción sin interrupciones, nadie hace ruido en la pantalla y puede cubrir los 45 minutos de la clase presentando un tema sin interrupción alguna. Cuando llega el momento de preguntar “¿Alguna duda?”, la bocina de la computadora devuelve un silencio absoluto. Nadie quita el tiempo de clase pero no estamos aprendiendo más.

Esto no es distinto a lo que sucedía antes en las escuelas, solo hay cambios superficiales, es un cambio de papel tapiz en la misma vieja casa de la educación tradicional. Sucede que ahora padres y madres están cerca y pueden ver este ciclo poco funcional, muchos se cuestionan si sería mejor la educación en casa, otros se quejan de los docentes, algunos reclaman a sus hijos y en redes sociales es fácil encontrar memes burlándose de la poca utilidad de la escolarización en línea o publicaciones de usuarios que describen la experiencia escolar como “odiosa”. En suma, la escolarización en línea pareciera hacernos menos felices que antes.

La razón es que estamos repitiendo las fórmulas y paradigmas tradicionales detrás de una pantalla. Si analizamos con detalle, el proceso escolar está sucediendo de la misma forma, los alumnos se sientan a escuchar a un docente presentar un tema, algunos educadores audaces utilizan discusiones para que un alumno diga su opinión y el resto escuche, otros símplemente presentan pocos minutos y después piden a los alumnos responder ejercicios de un libro de texto árido que enseña de todo menos a enamorarse por aprender.

Es importante no tener una visión reduccionista de la labor docente, ni perspectivas fatalista del futuro. La crisis social por COVID-19 ha exigido demasiado de todos los participantes del sistema educativo y existen ejemplos de docentes que, desbordando creatividad, diseñan experiencias educativas mágicas para sus estudiantes.

Sin embargo, para enfrentar el reto educativo actual se necesita más que el heroísmo de algunos docentes, recordar el verdadero significado de educación y aprendizaje, recuperar el idealismo sobre el potencial transformador de la educación y reimaginar las experiencias de aprendizaje son indispensables para enfrentar el reto actual.

Pareciera que el coronavirus puede romper todo orden social excepto la inercia de la educación tradicional. El problema, en mi opinión, es que no hemos tenido el tiempo de detenernos a pensar y diseñar las experiencias de aprendizaje que buscamos generar.

Consideremos a Don Norman, diseñador industrial y teórico del diseño, que introdujo el concepto de “Posibilidades” en el diseño (En inglés, el concepto es “Affordances”). Norman sostiene que un objeto ofrece determinadas posibilidades y estas definen la interacción entre el usuario y el objeto. Así, una silla ofrece posibilidad de sentarse y el usuario sabe qué debe hacer cuando encuentra una silla.

La escuela física con sillas, pizarras, aulas, auditorios, patios, laboratorios, y más componentes, ofrece ciertas posibilidades y las experiencias de aprendizaje deberían estar diseñadas para aprovecharlas. La educación instruccionista, aquella donde el principal método de enseñanza es la transmisión del conocimiento a través de instrucción docente, generalmente exponiendo un tema y con el alumno como receptor pasivo de la información, rara vez aprovecha las posibilidades del espacio educativo.

En el instruccionismo las estudiantes estaban sentadas escuchando la presentación del docente, la pizarra servía para que el docente expresara sus ideas y algunas escuelas “innovadoras” contaban con tablets, laptops, proyectores y pizarras inteligentes donde los docentes hacían lo mismo pero estaban acompañados de componentes electrónicos.

La educación tradicional ya ignoraba las posibilidades que ofrecía el espacio educativo y ahora que los estudiantes están en sus hogares, en espacios tan diversos como el mismo alumnado; con infinitas posibilidades en el espacio educativo, se espera que se sienten a absorber el contenido que expulsa la bocina de la computadora.

El problema es de diseño, necesitamos rediseñar la experiencia escolar si queremos llamarla experiencia de aprendizaje, y necesitamos docentes capaces de diseñarla si esperamos que la escuela sea, realmente, un espacio educativo.

Rediseñarla, en todos los sentidos, requiere de la participación de los actores centrales del proceso de aprendizaje: los estudiantes. Los alumnos tienen en casa tecnología potente que les ofrece posibilidades de autoexpresión creativa, oportunidades de colaboración internacional, audiencia potencial de millones de personas, herramientas para la creación, la crítica, la curiosidad y la exploración. ¿Por qué les estamos pidiendo que escuchen a un docente, a través de una videoconferencia? ¿De qué manera sentarse a recibir la información permite una experiencia de aprendizaje rica, estimulante e inspiradora?

Hoy, más que nunca, necesitamos repensar aquellos paradigmas que asumimos como indispensables en el mundo de la educación. Invito a los docentes a pensar en sí mismos como diseñadores de experiencias de aprendizaje. En este nuevo auto-concepto debemos preguntarnos:

¿Qué pueden hacer los estudiantes desde casa que no podían hacer en la escuela?¿Cómo se pueden aprovechar estas posibilidades para aprender? ¿Cuáles son las grandes ideas y preguntas de los temas que impartimos? ¿De qué manera los temas que impartimos están relacionados con las áreas de interés de nuestros estudiantes? (Esto exige involucrar a los alumnos en el proceso de diseño) ¿De qué manera los temas que impartimos permiten a los estudiantes expresarse de forma creativa? Las preguntas anteriores están incompletas y seguro cambiarán con el paso del tiempo. Responder estas preguntas no resuelve los retos de diseño pero sí nos ayuda a establecer una guía de acción docente para enfrentar la educación a distancia.

Los alumnos hoy tienen una cocina, baños, un dormitorio, tal vez juguetes, acceso a internet, una computadora (probablemente compartida con otros miembros familiares), estos elementos pueden ser integrados en el diseño de experiencias educativas, pero el docente entonces necesita pensar como diseñador.

El título de este artículo busca generar polémica pero sí pienso que la escuela debe desaparecer en su forma actual. La escuela no funcionaba bien antes porque fallaba en formar a los ciudadanos que necesita el siglo XXI y menos funcionará ahora si continúan los paradigmas actuales. Pero el problema no es el infame coronavirus, es vencer los paradigmas de la educación tradicional, por lo tanto, enfrentamos un reto de diseño.


Si quisieras leer más, recomiendo las lecturas siguientes:

Notas:

Uso escolarización, educación y aprendizaje con significados diferentes, porque son cosas diferentes: escolarización es buscar que las personas transiten el sistema educativo formal, educación es el fenómeno humano de la transmisión cultural (entre muchas otras cosas) y aprendizaje es la transformación del actuar humano a través de enfrentar el mundo, no toda escolarización produce aprendizaje, el aprendizaje no siempre sucede en la escuela y la educación y escolarización rara vez son lo mismo.

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